domingo, noviembre 26, 2006

Lágrimas en el corazón

Veía como se alejaba. Las lágrimas empañaban tal vez la última imagen del único y primer amor. Luego de tantos tropiezos pensaba que esta vez todo quedaba arreglado. Era el mes de febrero, donde experimentaron cambios lindos en sus vidas. Estaban más cerca de Dios y tenía una hermosa sortija de compromiso en su dedo. Se la había dado cuando la dejó ese fin de semana en aquel lugar para meditar y perdonar. Cuando vió su sortija en la mano ya sentía el amor y bendición de Dios la acompañaban. Cerró sus ojos y besó con el mayor de los sentimientos aquellos labios carnosos de los que se embriagaba de sólo mirarlos. Era feliz. Hace mucho no lo era.

Pasó un fin de semana de alegría, perdón y sobre todo, pensaba que las cosas cambiarían desde ahora. No pudo comunicarse con su amor en esos cuatro días, pero cuando ambos se vieron el domingo, lloraron como niños. Primero, por la alegría de verse felices y, más que nada, porque pensaban que sus vidas habían cambiado. Salieron de las montañas, hablando de la maravillosa experiencia y de como sería sus vidas de ahora en adelante. Ya en su casa, él tenía deseos de tenerla, cosa que para ella, luego de ese retiro, estaba mal. No entendía como ambos habían ido al mismo lugar y él no comprendiera que no podían hacer nada hasta que no se casaran. Tal vez fue que él no lo entendió así. Nada, no le dió mucha importancia, pero lo detuvo.

Esa misma semana, él, muy emocionado, le dice que entre a su correo electrónico para que vea las fotos que uno de sus compañeros de retiro le había enviado. Le dijo que la llamaría más tarde, pues estaría en la iglesia. Ella, muy contenta por el hecho de que le confiara su contraseña, no entendía porque no quería funcionar la página principal del correo electrónico. Se le ocurrió entrar por el sistema de mensajería. Cuando veía las lindas fotos, una chica de la lista de él, le habló. Ella no quiso contestarle, hasta que ella le comenzó hablar con sobre nombres que sólo una chica con interés le hablaría a un hombre. Celosa y curiosa al fin, se hizo pasar por él. Descurbrió muchas cosas que no le hubiese gustado saber. Hasta un número de teléfono que no entendía porque su novio le había dado a esa chica.

Llamó. La sorpresa fue fulminante. Era un número de celular que él nunca le había mencionado a ella. Se despidió de la chica diciéndole que era la novia de ese fulano que ella quería conquistar. La chica no supo que decir, sólo pidió disculpas y se fue.

Cuando él la llamó, de lo más feliz, ella contestaba fría y con rabia. No pudo aguantar y descargó su ira. Reclamó la cantidad de mujeres en su mensajería, el porqué de tener un número de celular que ella no conocía. Le exigió que se sincerara con ella. Era lo menos que él podía hacer. Además de explicarle de que esas mujeres ya no significaban nada para él, el celular lo tenía desde que ellos terminaron en el mes de octubre. Pensaba decirle ese fin de semana, el primero de marzo, de su celular y de la cancelación del otro, donde ella lo llamaba.

Ella en estado atónito le pidió que le dijera si en ese tiempo que no eran novios y que a pesar de todo, seguían saliendo y haciendo el amor, cómo el mismo le decía a sus relaciones sexuales con ella, él había estado con otras mujeres o había tenido sexo con alguna de ellas. El silencio fue sepulcral. Con el llanto de un niño le decía que sí, que a la misma vez que había estado con ella, siendo sólo amigos, había estado con una amiga de años... Había ido hasta el norte de la Isla a tener relaciones con ella.

Ella le pidió que se encontraran en su lugar de siempre. Cuando lo tuvo de frente, comenzó a llorar y a reclamarle porque se empeñaba en hacerle tanto daño. Porque si no la amaba, se empeñaba en seguir con ella. Lo golpeó con todas sus fuerzas. Era lo que le nacía. Él la sujetó y le dijo que entendía su furia. En el retiro le pidió a Dios que lo perdonara por todo el daño que le había hecho. Por eso había regresado con ella. Porque había entendido que la amaba.

Él seguía alejándose, mientras las lágrimas rozaban su corazón. Lleno de dolor, de espinas. Todavía hoy, su corazón recibe las lágrimas, con la misma amargura que siente una mujer cuando hace el amor con alguien al que ama y no confía. Cuando hace el amor y sólo piensa en venganza. Cuando hace el amor y le dice al amor que se vaya y que la deje en paz. Cuando hace el amor y siente como se desgarra su vida, sus sueños y su sexo. Cuando hace el amor y piensa que Dios la ha olvidado.

2 comentarios:

Yolanda Arroyo Pizarro dijo...

Ay amiga, como esto me ha tocado, que historia tan de la vida. Esta cita " Cuando hace el amor y piensa que Dios la ha olvidado.", que fuerte y sin embargo, que bien la entiendo.

Cuando cumpli 20 años, mi novio de 4 años se acercó a mi y me dijo que aunque me amaba y yo era la mujer de su vida, y yo era con la que queria casarse, habia embarazado a otra. Pidio perdon y me rogó que siguieramos con los planes de boda.

No pude. Se rompió. Entiendo tanto a la protagonista de tu historia.

Un abrazote...

Mariposa Nocturna dijo...

¡Hola Yolanda!

Gracias por leer la historia. Creo que muchas mujeres pasan por historias diferentes donde los hombres se empeñan en serles infieles y cuando ven su error, se dan cuentan de lo que valen las mujeres que tienen en su lado. Y jamás entenderán lo difícl que es sanar un corazón destrozado por la infidelidad y la desconfianza.

Cuídate mucho amiga, un abrazo enorme.